Sobre Modernidad y Educación - Michelle Bercoff (Tesis para Ciencias de la Comunicación, Universidad de Buenos Aires).

Sobre Modernidad y Educación

“La escuela es el dispositivo cultural por excelencia de la Modernidad. A través de ella se viabilizó la difusión del conjunto de saberes, creencias, valores y principios en los que se asentó la propuesta moderna de la organización social, política y económica. Para ello se inventaron tradiciones que justificaban el orden presente y diseccionaban el futuro.”
                                                                                              – Tiramonti, G. (2016)

Introducción
¿Ha logrado la Modernidad cumplir con sus promesas de triunfo en el ámbito educativo? ¿O acaso no es la educación una construcción humana cuyas bases y prácticas no radican más que en un mecanismo de encubrimiento de la realidad? “(...) el mundo es, sobre todo, la representación que nos hacemos de él” – Casullo, N. (2009)

El grado de universalidad que alcanzó la escuela no es el producto de una evolución natural, sino de una construcción histórica durante la Modernidad. Para el posible nacimiento de este nuevo orden, la creación de determinadas condiciones culturales cumplió un rol fundamental.
Sin embargo, la figura de esta institución de vanguardia ha logrado la instauración de determinadas prácticas presentandolas como naturales, creando así un velo sobre las relaciones sociales en las que dichas prácticas se sustentan. Este proceso de naturalización dentro del campo educativo encuentra sus raíces en una suerte de estrategia de enmascaramiento bajo la justificación de la educación como un hecho meramente pedagógico y de índole neutra, ocultando así su caracter de construcción tanto político como ideológico.

El enfoque de este ensayo consta de la enumaración y descripción de los distintos aspectos del sistema educativo desarrollado durante la Modernidad, sin excluír  la posibilidad de identificar algunos de estos rasgos en la actualidad. Al ser la educación un proceso de socialización de individuos,  ésta no es estática en el tiempo, por lo que debe someterse continuamente a nuevas revisiones y críticas que den lugar a las transformaciones que sean necesarias hasta adecuarse a las necesidades de cada generación de educandos en particular. Sin embargo, aquella escuela moderna ha sido obsoleta desde sus inicios: “¿Y si nunca fuimos modernos?” – Latour, B. (2007)


I – Orígenes de la escuela moderna

Guillermina Tiramonti (2016) observa una relación entre la escuela y la Modernidad mediante la existencia de un vínculo entre un pasado mítico (construído a la luz de un futuro que se pretendía viabilizar)  y un presente que se justificaba en su capacidad de construir el futuro:
“Si pensamos la Modernidad como una bisagra en la historia, corresponde también pensarla como una ruptura con el pasado y la tradición; y aunque sabemos que nada es totalmente nuevo y todo se construye con los materiales y los recursos de época, la combinación de ellos que se hizo en ese momento de la historia dio como resultado la invención de un futuro que todavía se está desplegando.”

Las bases de la pedagogía y la escuela moderna sentadas por Comenio en el siglo XVII tenían el objetivo de enseñar todo a todos. A través de sus obras comienza a plantearse un posible único método que regule la enseñanza. En La Didáctica Magna (1986) postula un concepto clave para comprender las características de las escuelas modernas: la “simultaneidad sistemática”.

“El concepto de simultaneidad parte de un supuesto: el concepto moderno de igualdad. La posibilidad del método simultáneo descansa en el supuesto de que todos los hombres son esencialmente iguales (genéricamente iguales) y tienen por lo tanto las mismas posibilidades de aprender, de adquirir conocimientos o de ser educados.” – Narodowski, M. & Gvirtz, S. (1998)


Es a través de esta idea que la pedagogía busca uniformizar los procedimientos en cada escuela para que se realicen de manera idéntica; por ejemplo, brindar los mismos contenidos en la misma cantidad de tiempo. Esto se logró mediante el control del tiempo de la labor educativa y la creación de un curriculum unificado que permitiera dar lo mismo a todos los docentes –  Narodowski, M. & Gvirtz, S. (1998)

Foucault sostiene que dicho control temporal se enfoca en el ejercicio, al cual define de la siguiente manera:

“procedimiento que está en el centro de esta seriación del tiempo y que es la técnica por la cual se imponen a los cuerpos tareas a la vez repetitivas y diferentes, pero siempre graduadas (…) permite una perpetua caracterización del individuo (…) Así garantiza, en la forma de continuidad y de la coerción, un crecimiento, una observación, una calificación”
– Foucault, M. (1976)


Este modelo único de educación buscaba igualdad de oportunidades en el acceso a la educación para toda la población, el cual se solidificó y se extendió a fines del siglo XIX.
En tiempos marcado por la Revolución Francesa y su aspiración a un mundo más justo bajo los ideales de libertad, igualdad, fraternidad, se funda “(...) una igualdad natural, todos los hombres tienen derechos, todos los hombres son iguales ante la ley, (...) ante la naturaleza; (...) la Ilustración plantea un combate(...) directo, irreversible y radical contra el concepto de desigualdad” – Forster, R. (2009).

De esta manera, se conformó un nuevo paradigma basado en el diseño de un sistema educativo nacional llevado a cabo por los Estados modernos, logrando así  el órden, la disciplina y el control en el funcionamiento de las escuelas. La escuela constituyó entre los siglos XIX y XX el modelo educativo hegemónico universal , dando cuenta del progreso social en la Modernidad.  Es esta la Era de la Ilustración, el optimismo por un progreso que siempre está por llegar.

“(...) la certeza de que hay un tiempo nuevo que se aproxima, y que es tarea de los hombres apropiarse de este tiempo nuevo, que la historia puede tener un sentido, y
que inexorablemente lo tiene: ése es un sueño ilustrado (...)El ilustrado (...) cree ciegamente en la razón.”
– Forster, R. (2009).


En La escuela como máquina de educar  Pablo Pineau se pregunta por qué la escuela triunfó y llega a la conclusión de que la respuesta no está en que surgió como un efecto inevitable de la Modernidad o por dicho contexto, sino que las razones de su éxito están en el interior del sistema: “La escuela como forma educativa hegemónica se debe a que fue capaz de hacerse cargo de la concepción moderna de educación” – Pineau, P. (2000).




II – Configuración del contenido y manipulación de la forma

Si bien a lo largo del tiempo el sistema educativo tradicional fue mutando, podemos dar cuenta de ciertos puntos críticos que siguen vigentes hasta hoy en día y que ameritan a constantes revisiones.

¿Qué prácticas considera más importantes el sistema educativo tradicional moderno y qué intenciones se esconden detrás de dichos criterios?

El campo del conocimiento escolar se configura por medio de recortes y selecciones que dan lugar al contenido que luego será transmitido a los alumnos en las escuelas.  El conocimiento, junto con su proceso de transmisión, no es neutro sino que al ocultar su carácter constructivo oculta también un alto grado de intencionalidad ideológica a partir del propio acto de selección de saberes a emitir.

Jackson, P.W en su obra La vida en las aulas (1992)  destaca el término currículum implícito, haciendo referencia a aquellos aprendizajes difundidos por los educadores mas allá del contenido explícito (material de los programas escolares). En tal sentido, el autor sostiene que los maestros no sólo enseñan aquellos saberes preestablecidos sino que además transmiten modelos de pensamiento, valores, intencionalidades, etc.

Por otra parte, cabe cuestionarnos si el sistema escolar vigente contribuye a despertar la creatividad, la innovación y el desarrollo individual de los alumnos o si más bien actúa como dispositivo de control que normaliza y despersonaliza al estudiantado.
En cuanto a la selección de contenidos pedagógicos, es notable la prioridad atribuída a las materias tradicionales, sobreestimando en éstas su carácter primordial.  Son las Ciencas Exactas las que se imponen en forma de conocimientos indispensables para la masa del estudiantado, siendo seguidas por las Ciencas Sociales y Humanísticas y dejando atrás todas aquellas asignaturas que respectan a las Artes.

En Pedagogía del oprimido (1970) Freire hace referencia a una característica de la educación actual acerca de la problemática sobre la narración y memorización excesiva que se presenta en las aulas. Esto es algo que pasa mucho con las Ciencas Exactas, por ejemplo, con las Matemáticas, cuando los alumnos memorizan las tablas sin razonar ni comprender. Bajo el término de concepción bancaria de la educación,  el autor concibe esta situación como si los alumnos fuesen unos recipientes en los cuales se depositan los conocimientos.

Freire propone un análisis sobre dicho sistema sistema educativo que pretende transformar la mente de los individuos para que se adapten mejor al medio y a todo el sistema en su conjunto con el fin de dominarlos con mayor facilidad. Foucault (1976) se refiere a esta misma idea con su concepto de cuerpos dóciles: “
un cuerpo que puede ser sometido, que puede ser utilizado, que puede ser transformado y perfeccionado”.

A medida en la que se va estimulando la inocencia de los educandos, se genera en ellos un estado de pasividad (posteriormente generando un efecto de obediencia) junto con una progresiva tendencia a responder y a actuar de manera automatizada. Para esto es indispensable disminuir progresivamente su creatividad hasta desvanecer por completo su capacidad crítica.

Esta observación resulta fundamental para comprender cómo la escuela refleja a todo un sistema social, político y económico en su conjunto. Foucault explica la relación entre vigilancia, castigo, poder y saber como un proceso de observación jerarquizado. Se trata de una vigilancia discreta, continua y global que reposa sobre los individuos y que se extendió en la Modernidad a múltiples instituciones con el fin de establecer mecánicas de poder (algunas de las mencionadas por Foucault son la prisión, el ejército, la escuela y el hospital). Dicho modelo consiste en un ejercicio del poder disciplinario que puede ser absolutamente “indiscreto” (está por todas partes) y absolutamente “discreto” (funciona permanentemente y en silencio).

La gravedad de dicha jerarquización no sólo radica en la subestimación de las Artes en sí y en el hecho de que a menudo no son transmitidas hacia los niños y jóvenes con la misma seriedad que las asignaturas tradicionales; sino en la intención detrás de todo un sistema existente. De esta manera, lo artístico es enseñado a los educandos como algo que no es más que un simple pasatiempo. Este mensaje genera los mismos efectos por fuera del microsistema escolar, por ejemplo, en los padres y/o adultos responsables a cargo de los alumnos, quienes únicamente muestran preocupación por el rendimiento que sus hijos obtienen en Matemática, Lengua y Ciencias.

Las raíces de este modelo nacen tanto de una intención por educar equitativamente y homogenizar a los individuos desde su juventud en las escuelas como de un adoctrinamiento por parte los mecanismos de control social hacia el pueblo.
Se trata de una Era Moderna dominada por el hombre ilustrado:

“Pero la Ilustración (...) implica decir que el hombre es humanidad, no raza, religión, etnia, nacionalidad; sino que es humanidad: el concepto kantiano de humanidad, un universal abstracto, donde todos los hombres son iguales, ante la naturaleza, ante Dios y ante la posibilidad de conocer y ser libres. (...) contra las discriminaciones, contra las  desigualdades, contra las formas tradicionales de concebir al hombre. Está planteando una universalidad”
– Forster, R. (2009).


Forster (2009) habla de autonomía como “una de las palabras claves de la Ilustración (...) esa voluntad sujetiva por liberarse (...) una nueva figura de la acción transformadora”.

Sin embargo el problema con las Artes no sólo es que se encuentran desvalorizadas sino que incluso en las escuelas se les enseñan a los niños una única manera de ejercerlas. Mas allá de las técnicas propias de cada disciplina artística, que por supuesto deben ser enseñadas, a los alumnos se les impone, por ejemplo, qué pintar y cómo, sobre qué escribir, etc. Estos pequeños detalles hacen notar su relevancia luego de muchos años de disciplina escolar: progresivamente se mata la creatividad de los estudiantes desde su niñez. Se trata de que la escuela enseña a obedecer en vez de enseñar que a pensar, creando así sujetos que asimilan esa obediencia y asumen que siempre tienen que realizar tareas de una única manera correcta. Son necesarias estas observaciones para dar cuenta del verdadero rol que cumple la creatividad en una sociedad: es ésta escencial para la formación de sujetos libres y críticos.

Paradójicamente es la crítica la base sobre la cual se sustentan los principios de la Modernidad, bien llamada La Era de la Crítica (F. Duque). Es justamente la crítica lo que define a la Modernidad; la idea de que está en crisis. Retomando a Marshall Berman, una era de contradicciones en la que mientras la vida urbana se expande y se industrializa, el capitalismo arrasa y por consecuente los hombres se dominan entre sí.

Tales ideas se hacen gráficas, por ejemplo, en la película The Wall de Pink Floyd (1982), puntualmente en aquella escena en la que un grupo de niños camina hacia una moledora de carne para ser convertidos en una sóla masa en conjunto.  Esta obra da cuenta de la existencia de un sistema educativo propio de aquella época basado en la teoría conductista, a través de la cual se creía que generando los estímulos adecuados se obtendrían las respuestas deseadas. A su vez, el educador genera una serie de resfuerzos en forma de premio o castigo, según la reacción del alumno. Durante todo el film se muestra a la figura del docente como un sujeto cruel que busca humillar y exponer al protagonista en frente de toda la clase con el fin de reprimir sus facultades artísticas para convertirlo en un cuerpo dócil (Foucault, M. 1976) y que finalmente sea más sencillo de moldear hasta convertirse en un ladrillo más de la pared.

El Arte queda manifestado como revolucionario y desafiante frente a un sistema que busca homogenizar y mantener un estricto control en la sociedad. En Vigilar y castigar (1976) Foucault sostiene que el fin de penalizar  es que todos los individuos se asemejen, tiendan a parecerse, a actuar igual, a hacerse previsibles en sus reacciones y respuestas, hasta lograr un desvanecimiento de las diferencias entre individuos. Esta cuestión fue temida por Ritzer (1993) y celebrada, en cambio, por autores como Heath y Potter (2004) como un triunfo de los ideales igualitarios que habrían acompañado al ser humano a lo largo de la historia.
El antagonismo atribuído a la figura del docente con respecto al protagonista hace referencia al adoctrinamiento hacia los alumnos, propio de dicha época, en función de evitar revoluciones y cambios en el aparato educativo. La deshumanización de los estudiantes es posible a través de una serie de represiones a sus propias ideas, puntos de vista e incluso emociones. Es esta la manera en la que los empoderados logran manipular el contenido y la forma en la que la información les es dada a los estudiantes.

A pesar de que el modelo conductista de aquella época difiere en algunos aspectos al modelo actual, varios de ellos todavía continúan en vigencia. Sin embargo, poco se reflexiona y se actúa sobre las consecuencias de una educación estandarizada (que sigue demostrando constantes fallas) en la que predomina el automatismo en las maneras de pensar, sentir y actuar.

Es la escuela la primer institución en la cual los niños se encuentran socializados, por ende, la responsable en la formación de los primeros años de vida de los individuos.

En definitiva, el modelo citado impone una educación total en la que el sujeto se encuentra sometido a un Estado omniprescente que dispone de manera totalizadora  de su cuerpo y de su tiempo desde el período de la infancia. Sin embargo nos encontramos con una contradicción, ya que es el pensamiento Ilustrado el primero en plantear al Estado como   “absolutista, (...) autocrático (...) impide a los hombres pensar por sí mismos.” – Casullo, R. (2009).
Es por esto que podríamos concluír con que la Ilustración sin dudas tomó conciencia acerca del poder del Estado, pero quizás únicamente desde una posición de crítica y no de estrategia.
Quizás porque lograr un cambio, sobretodo en aquellos tiempos, no habría sido más que una utopía.  

 II.I  “La escuela que enferma”

Muchos de los ya mencionados contenidos explícitos transmitidos por la escuela, al carecer de significación por haber sido puramente repetidos de memoria, son olvidados de manera casi inmediata por los alumnos luego de haber sido evaluados.
Por otra parte, algunos aprendizajes implícitos son los que se fijan con mayor eficacia en la conciencia de los estudiantes, siendo este aspecto del dispositivo escolar uno de los más relevantes factores de condicionamiento para el moldeado de las masas a educar.
Siguiendo algunos de los puntos expuestos por la docente Catalina Pérez Torres en su ensayo La escuela que enferma (2006) podríamos mencionar los siguientes:

1.      La calificación como una marca numérica que asegura reflejar con exactitud qué tan alto fue el grado de  conocimientos que el alumno logró absorber, ocultando tanto su posible margen de error como diferentes factores externos difíciles de tener en cuenta a la hora de la instancia evaluativa (pero que inevitablemente influyen en el resultado final): desde condicionamientos psíquicos del alumno al momento específico de haber sido evaluado hasta irregularidades y/o fallas durante el proceso de transmición de conocimientos. Clasificar a los individuos y distribuirlos por rangos (cuantificación y cualificación) presenta una doble función: “señalar las desviaciones, jerarquizar las cualidades, las competencias y las aptitudes; pero también castigar y recompensar” – Foucault, M. (1976)
El examen, siendo la observación que opera prolongando una justicia que pretende objetiva, nos propicia analizar la relación existente entre el poder y el saber llegando a convertirse en un instrumento que visibiliza, califica, castiga, clasifica, compara, mide y sanciona. Su función según Foucault “establece sobre los individuos una visibilidad a través de la cual se los diferencia y se los sanciona.” (1976).
El examen en la Modernidad, además de sancionar un aprendizaje, es uno de sus factores permanentes según un ritual de poder constantemente prorrogado. La figura de la evaluación acompaña a los individuos también por fuera del microsistema escolar:


“(…) la escuela pasa a ser una especie de aparato de examen ininterrumpido que acompaña en toda su longitud la operación de enseñanza (…) una comparación perpetua de cada cual con todos, que permite a la vez medir y sancionar (…)
Finalmente, el examen (…) es el que combinando la vigilancia jerárquica y sanción normalizadora, garantiza las grandes funciones disciplinarias de distribución y clasificación, de extracción máxima de las fuerzas y del tiempo, de acumulación genética continua, de composición óptima de las aptitudes. (…)
– Foucault, M. (1976)


2.      Jerarquización del poder: Adiestramiento del estudiante de rendir culto a la autoridad, originando así la asimetría profesor vs alumno; dando lugar a la posibilidad de abuso de poder por parte del educador hacia el educando. Esta verticalidad, lejos de transmitir valores de igualdad y respeto entre todos los individuos, acentúa aún mucho más las relaciones de poder que se presentan en todo ámbito de la vida social.  De este modo la  sana convivencia y la aplicación de una enseñanza que aliente y desarrolle las virtudes del alumno disminuye deliberadamente.
 
3.      Desindividualización del alumno: Siendo cada estudiante un individuo con características, dotes e intereses únicos, el sistema educativo tradicional, en su afán de concretar un método de enseñanza equitativo, grupal y abarcativo, no logra más que desindividualizar a cada uno de los educandos.
Como consecuencia, no sólo se presentan dificultades en los procesos de aprendizaje para gran parte del alumnado sino que también se producen debilitamientos en el aparato psíquico de los estudiantes, lo cual muchas veces deriva en una deterioramiento de su enfoque y energías en mantener firmes sus respectivas capacidades, aptitudes y puntos fuertes.
Es así como la mayoría de las veces, no sólo no se logra concretar un aprendizaje exitoso y a largo plazo, sino que el estudio termina por reducirse en una obligación. La meta ya no puede ser aprender sino aprobar,  convirtiéndose el sistema en una máquina inútil que deriva en una pérdida de interés en el conocimiento por parte de los alumnos, convirtiendo en muchos casos al estudio en una tarea tediosa y sin sentido alguno.
Dicha combinación de factores explica el por qué de las fallas existentes en un sistema educativo supuestamente moderno, el cual instaura una escuela que actúa como aparato de control y vigilancia y que funciona como microscopio de la conducta.
Todo lo mencionado podría sintetizarse en que durante la Modernidad asistimos al nacimiento de una nueva anatomía política cuyo fin es “proyectar una institución disciplinaria perfecta” (Foucault, M. 1976) para establecer relaciones de disciplina:

“(...) a las funciones de vigilancia se les incorpora un papel pedagógico, haciendo que queden integrados en el interior de un dispositivo único tres procedimientos: la enseñanza propiamente dicha, la adquisición de conocimientos por el ejercicio mismo de la actividad pedagógica, y finalmente una observación recíproca y jerarquizada”
– Foucault, M. (1976)
Mientras el sistema pedagógico escolar desindividualiza a los alumnos, la disciplina fabrica una individualidad: la masa de cuerpos dóciles. 
Tal como fue expuesto anteriormente, se trata de una nueva concepción del ser humano originada en la Modernidad que no sólo es percibible en la institución escolar sino que denota el trasfondo de un sistema mucho más abarcativo. Las disciplinas pueden hacerse funcionar de manera múltiple y polivalente en el cuerpo social entero.

Foucault (1976) prosigue sosteniendo que son disciplinas “que la época clásica elaborará en lugares precisos y relativamente cerrados –cuarteles, colegios, grandes talleres- y cuyo empleo global no se había imaginado sino a la escala limitada y provisional de una ciudad en estado de peste(…)”  

II.II  Conclusiones

Mas allá de todas estas observaciones planteadas, ciertas cuestiones probablemente no podría haber sido de otra manera, puesto que habría resultado imposible una Modernidad sin rastros de fracasos: fue éste un período de crisis y contradicciones.

“El hombre del siglo XVII vive el sufrimiento de una época que está disolviendo las antiguas costumbres y todavía no ha podido reemplazarlas por las nuevas costumbres; que ha expulsado a Dios del centro y todavía no ha alcanzado reemplazarlo; que vive – como diría la conciencia barroca –  en la melancolía de la pérdida de la gracia”.
– Forster, R. (2009.)

Por otra parte,con respecto a todo lo mencionado, se puede hablar de una paradoja de la Ilustración: se trata de la tensión existente entre el concepto de individualidad y el concepto de universalidad. 

 “(...) por un lado, la idea de la autonomía y de la individualidad, la idea de una conciencia que trabaja en el interior, privadamente, sus propias creencias, sus propias concepciones; pero por otro lado (...) el concepto de universalidad (...) la idea de una humanidad común, que es capaz de construírse por encima de las desigualdades, por encima de las diferencias y que tiene como enemigo a los particularismos”
– Forster, R. (2009).


Tal contradicción surge de una Ilustración que planteaba a la razón como la única manera de llegar al conocimiento, y así, a la liberación. De una Ilustración ciegamente optimista en cuanto a la llegada del progreso. Del gran impacto que tuvieron los principios de la Revolución francesa: libertad, igualdad, fraternidad; por consiguiente de la necesidad de una educación común e igual para todos los individuos, eliminando –o intentando eliminar– todo rastro de discriminación y desigualdad.

Por más críticas y revisiones que hagamos, según Casullo (2009) “(...) toda aquella crítica que la cuestione de la manera más profunda, en raelidad está siendo Modernidad por excelencia, porque la crítica es fundadora de los tiempos modernos”.

Entonces,“¿Dónde está el progreso? Uno podría preguntarse, y pensar que allí hay un fracaso de la Ilustración. El fracaso es nuestro, probablemente”. – Forster, R. (2009).

BIBLIOGRAFÍA

Tiramonti, G. (2016). Dossier: Introducción en Revista Propuesta Educativa 28.
Recuperado de:
http://www.propuestaeducativa.flacso.org.ar/dossier_introduccion.php?num=28

Casullo, N. (2009). “La modernidad como autreflexión”, Itinerarios de la Modernidad. Buenos Aires: Eudeba
Latour, B. (2007) “El milagroso año 1989”, Nunca fuimos modernos. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.

Narodowski, M. & Gvirtz, S. (1998) “Acerca del fin de la escuela moderna. La cuestión de la simultaneidad en las nuevas reformas educativas en América Latina”, Relea. Revista Latinoamericana de Estudios Avanzados. Recuperado de: 
https://goo.gl/DMgiJH

Foucault, M. (1976) Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores. Recuperado de:
https://goo.gl/skV5PR

Forster,R. (2009). “El lenguaje de la Ilustración”, Itinerarios de la Modernidad. Buenos Aires: Eudeba.
Forster,R. (2009). “Luces y sombras del siglo XVIII”, Itinerarios de la Modernidad. Buenos Aires: Eudeba.
Pineau, P. Dussel, I. & Caruso, M. (2000) La escuela como máquina de educar: tres escritos sobre un proyecto de la modernidad. Buenos Aires: Ed. Paidós. Recuperado de: https://goo.gl/Lyg3S1
Jackson, P.W. (1992) La vida en las aulas. Madrid: Ediciones Morata S.A. Recuperado de: http://www.terras.edu.ar/biblioteca/6/PE_Jackson_Unidad_1.pdf
Freire, P. (1970) Pedagogía del oprimido. Montevideo: Tierra Nueva. Recuperado de: http://www.ensayistas.org/critica/liberacion/varios/freire.pdf
Berman, M. (1988) Todo lo sólido se desvanece en el aire. Madrid: Siglo Veintiuno Editores
Torres P, C. (2006) La escuela que enferma. Buenos Aires: De Los Cuatro Vientos.
Comenio, A. J. (1986) La didáctica magna. Madrid. Recuperado de: http://terras.edu.ar/biblioteca/11/11DID_Fernandez_Enguita_Unidad_1.pdf

Ritzer, G. (1993) Teoría sociológica contemporánea. Madrid: Mc Graw-Hill.

Heath, J. & Potter,A. (2004) Revelarse vende: El negocio de la contracultura. Colombia: Taurus Pensamiento. Recuperado de: https://fiusss.files.wordpress.com/2014/12/heath-joseph-rebelarse-vende.pdf






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